“Nunca sentimos tanto como en un gran amor y en un gran duelo” (Rilke).
Esto se refleja en la Pascua de Dios Trinitario, en el paso de Jesús por el sufrimiento y la muerte hasta hacerlos redentores y salvificos para la humanidad.
Jesús no nos salva gambeteando el sufrimiento, sino integrándolo dentro de sí.
Del sufrimiento al crecimiento.
Del sufrimiento a la auto transformación.
Del sufrimiento a la muerte de nuestro endiosado yo.
Del sufrimiento a la conversión.
Del sufrimiento a la santidad.
Que vivamos con intensidad la SEMANA GRANDE de nuestra fe.
Recordemos que el Hijo de Dios muerte por el hombre; no que el hombre muere por Dios.
Sí, Dios muere por mí, no yo por Dios.
Vivamos esta Semana Santa sacando el jugo al DUELO DE DIOS PADRE. Sí, Dios Padre tuvo un solo Hijo y se lo mató el pecado del hombre, mi pecado.
Y recordemos contemplando el sufrimiento de Cristo: si en el sufrimiento me alejo de Dios, ME PERDERÉ LO MEJOR de Dios.
Que la LLENA DEL DEL SANTO ESPIRITU, con su duelo maternal elaborado, acompañe nuestra Pascua.
Bendecido domingo de Ramos.